Análisis del Oculus Rift DK1

2 JUL 2013  3:01

Juanlo

60

La primera vez

Ponerse por primera vez un Oculus Rift es un momento que queda grabado para siempre. La primera reacción es de incredulidad. Sencillamente, no podemos creer lo que estamos viendo. Por mucho que hayamos leído y nos hayamos intentado preparar para el momento, no podemos evitar quedarnos con la boca abierta. Nos embarga una increíble sensación de libertad. Es como estar de pie a medio metro de nuestro televisor y dar dos pasos para meternos dentro. De repente, el juego abarca todo nuestro campo de visión, y si giramos la cabeza el escenario gira con nosotros. Casi todo el mundo sufre un pequeño mareo la primera vez, ya que es algo a lo que nuestro cerebro no está acostumbrado. Mucho más cuando hacemos que nuestro personaje virtual comience a desplazarse, podemos llegar a perder el equilibrio si estamos de pie. Sí, hasta ese punto parece real.

 

El 3D no tiene comparación con lo visto hasta ahora en un monitor o en un proyector, sorprende porque resulta tan natural que no nos damos cuenta de que lo que estamos viendo es 3D. No tiene nada que ver con las gafas activas o pasivas que hayamos podido probar hasta la fecha. No existe el menor signo de parpadeo, la sensación de relieve y profundidad es tremendamente marcada, parece que podamos alargar la mano y tocarlo todo. Una vez que asimilamos el nuevo mundo en el que nos encontramos, resulta increíble levantar la cabeza y contemplar el techo. También sorprende especialmente el hecho de que podemos enfocar la vista en cualquier objeto cercano o lejano. Si nuestros ojos enfocan el arma que llevamos en la mano, el fondo se emborrona, y si enfocamos el fondo, el arma se difumina, igual que ocurre en la realidad.


Aunque conozcamos los juegos de memoria, la experiencia no tiene nada que ver desde dentro del Oculus Rift, y tratar de explicarlo es muy difícil. Ver a tamaño real esos escenarios por los que hemos paseado tantas veces, estar al lado de personajes que son de tu misma estatura, utilizar los movimientos de nuestra cabeza para escudriñar cada rincón es algo que nos deja boquiabiertos, nunca hubiéramos podido imaginar el tamaño de los escenarios al contemplarlos desde dentro. Y es que eso es lo más importante: estamos dentro y nos lo creemos. Dejamos de sentir que estamos en nuestra habitación controlando a Gordon Freeman, ahora somos Gordon Freeman, porque vemos todo a través de sus ojos, en 3D y a escala 1:1.