Qué hacer con tu visor virtual. [Capítulo I. Lista personal de juegos]

24 AGO 2020  21:14

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Qué hacer con tu visor virtual. [Capítulo I. Lista personal de juegos]

Serie de artículos para compartir nuestros momentos más increíbles dentro la VR como fuente de inspiración para quienes tienen el visor en el cajón.

Juegos virtuales que recordaré toda mi vida

Hay tres cadenas alfanuméricas que tendré en mente toda la vida. Mi DNI, la fecha del nacimiento de mi hijo y el número de tracking de mi primer visor virtual. Durante casi dos semanas completas -24 horas / 7 días- muchos de nosotros nos dedicamos a refrescar compulsivamente la pantalla de seguimiento del portal de UPS como si en realidad, nuestro trabajo real fuera ser un espía del CNI a cargo de aquel paquete y no contable en un despacho, dependiente en una tienda o enseñando matemáticas a unos chavales imberbes. Y que nadie nos molestara, porque nos iba la vida en ello. Por cierto, si hoy estás en este momento, disfruta de la ansiedad porque esperar algunos días leyendo análisis y comentarios, también forma parte del espectáculo.

 

Así, pasando las semanas entre píxel y píxel, entre early access, betas, patches y actualizaciones, nos fuimos haciendo mayores en el metaverso. Sin embargo, en este universo real, el concepto de entropía es inevitable: todo tiende a agotarse, incluidos los juegos y experiencias de nuestro catálogo. Pasados unos meses, con el visor en la mesa -o peor, en el cajón-, a todos nos ha sobrevenido la pregunta: ¿Y qué narices hago yo ahora que ya he viajado por todos los rincones de los mundos alternativos?

 

 

Bien. En Real o Virtual queremos abrir una serie de artículos que te propongan nuevos retos por descubrir. No hay mejor inspiración que explicarle a alguien cuáles fueron tus momentos más increíbles dentro de la VR y por qué fueron tan especiales. Por esa razón, en el primer artículo, os preguntamos por vuestra lista de experiencias favoritas. Pero ojo, que no se trata de crear la enésima lista titulada:

Sabemos bien -rovianos de pro- que no hay nada más aburrido que esas listas machaconas e insoportables, refritos clickbait caza incautos que no aportan nada más que hacernos perder el tiempo modificando el orden de los mismos elementos una y otra vez. ¿Beat Saber? ¿Superhot? ¿La tabla de Plank? ¡Basta, por todos los dioses virtuales!

 

Lo que os proponemos en este primer artículo de la serie no será cualquier remezcla que podáis encontrar por ahí, sino "nuestra lista" particular de siempre. Aquella lista personal, razonada y argumentada, que le contaréis a vuestros nietos cuando se os sienten en el regazo. Como las películas y las novelas que, años después, nos siguen royendo por dentro aunque en su momento no parecieran gran cosa, pero que han terminado mimetizándose con tu YO igual que las conchas en el casco de un navío antiguo.

 

Escucha, chaval, que te voy a contar lo más increíble que me pasó cuando me puse el visor de VR

 

Rovianos, a mi nieto, cuando llegue, le miraré a sus ojos muy abiertos y en vez de leerle la Princesa Prometida, le contaré una historia que empezará: "Hace muchos años, cuando la VR empezaba a dar sus primeros pasos importantes, tuve la suerte de visitar unos mundos increíbles que se llamaban..."

 

 

¿Por qué?

Es el primero en mi lista por lo que significa una historia de ciencia ficción dentro de un robot deambulando por el espacio abierto de la imaginación. En él, descubrirás tus manos robóticas, tecnológicas y perfectas, mucho antes de que el transhumanismo nos invada. Y hay más. Un humano te mirará a los ojos y la empatía entre ambos moverá algo tan dentro de ti que ninguna historia, película o cuento podrá acercase tanto a lo que podría sentir un alma robótica.

 

Mi recuerdo favorito

El momento del accidente. Jugar con el dinosaurio verde dentro de la nave. Mover mis dedos alrededor de las esquinas mientras mis falanges seguían la geometría. Flotar por el pasillo circular repleto de plantas. Oler el miedo a que una espora te roce. El juego estaba tan cuidado y la atmósfera era tan evocadora pero a la vez tan mortal, que podría jurar que estuve allí, y muchos años antes de que mi nieto pudiera viajar a Marte a pasar un fin de semana. Bienvenidos a Memory Recall versión 0.1. Yo sí que fui un robot en la puerta Tannhäuser.

 

¿Por qué?

El segundo forma parte de mi bagaje virtual y seguramente ninguno de vosotros estaréis de acuerdo. Como apasionado a la ciencia ficción, la especulación de vivir en medio de un desastre fue poderosamente cautivadora. Tu nave se ha esparcido alrededor de una órbita baja de un planeta muy similar a la tierra y tu única salvación caduca cada segundo, forzándote a buscar el oxígeno en una ansiedad mantenida que incluso supera a la propia mecánica del juego. No fue un gran título en general (4 horas a lo sumo con críticas de todo tipo), a veces me mareó como ninguna otra aplicación virtual hasta la fecha y ni siquiera permitía usar las manos en lo que hoy supone un sacrilegio indecente. Pero Adr1ft, lo reconozco, está en mi YO de ficción, en mis recuerdos más vívidos, y por tanto, tiene cabida en esta lista.

Mi recuerdo favorito

El instante dramático al saltar de un módulo a otro, viendo la lata del oxígeno alejarse de mi y sintiendo cómo, poco a poco, mi vida se iba apagando. En aquel último instante de impotencia miré hacia la tierra allí abajo y después, completamente a merced de la ingravidez, me giré hacia el vacío resignado. A miles de kilómetros del cuarto donde me encontraba en la realidad, morí plácidamente igual que los astronautas del cuento corto "Kaleidoscope" (1949, Ray Bradbury). Pocas veces más he "sentido" cómo el espacio me empapaba de serenidad.

 

¿Por qué?

Stormland recupera el robot con sentimientos de Lone Echo. El llamado "Embodiment", sentirse otro "ente" aparte en un cuerpo extraño es algo recurrente en la ciencia ficción y Stormland, además, te da un mundo de islas para surfear, escalar y recopilar en medio de una historia elegante. Tuvo sus críticas por la duración de la campaña, la monotonía del gameplay y también, como suele ocurrir en la VR, el número de gente que habla castellano en la comunidad internacional (cuando juegas en cooperativo), suele tender al cero absoluto. Aún así, le tengo reservado un espacio de extrañeza virtual en mi lista de siempre.

Mi recuerdo favorito

Me quedo con aquella escalada a una torre tropical donde me encontré a otro jugador por sorpresa y ambos nos quedamos un rato investigando los movimientos del otro intentando descubrir si alguno de los dos éramos un bot. Momento trans-humanista donde lo haya que me lanzó unos buenos minutos de "presencia". Después, él y yo entendimos que como humanos seguramente terminaríamos matándonos el uno al otro y decidimos buscar islas -y destinos- diferentes. Recopilar las frutas, oler las plantas y ver cómo mi corazón "vegetal" se fusionaba con el resto del mundo me recordó a mi odiado "Avatar", pero me hizo reafirmarme en que me gustan muchísimo más las historias del despertar de la máquina que los manifiestos naturistas. Cosas de la edad.

 

¿Por qué?

La ontología de un ser mecánico que busca, a base de puzles de láseres ópticos, encontrar un propósito para su vida dentro de un mundo virtual que es jugado por un YO humano ¿no es la premisa más interesante que podría tener un juego sobre puzles filosóficos? Sabes que un juego te ha calado hondo cuando años después, sigues recordando cómo solucionar mentalmente la mayoría de los rompecabezas. Como título que no estuvo pensado para VR y se desarrolló en un entorno real de "videojuegos" y no de "vamos a ver qué tal funciona esto de la VR con una horilla de gameplay", Talos tiene muchísimos niveles, muchísimo contenido y un DLC endemoniado. Aún así, se me pasó como una exhalación. Puzles. Filosofía de la máquina. Uso de la VR muy logrado. ¿Necesitas más?

 

Mi recuerdo favorito

Te podría enumerar los tipos diferentes de assets de arbolitos y arbustos mediterráneos que poblaban la primera isla cuando, al aterrizar allí, me quedé fascinado por la cantidad de espacio -muy cuidado- que tenía a mi disposición. El espasmo de entrar en aquel salón de ladrillo egipcio a medio iluminar o subir todos los pisos en el ascensor de la inteligencia en una alegoría tan descomunal como perfectamente diseñada para la Realidad Virtual es, y seguirá siendo, otro recuerdo vívido donde lo haya. Pocos lugares reales o inventados me han generado nunca más paz interior después de batir el enésimo puzle imposible. Alarga tu mano, busca una grieta por la pared, desarrolla tu visión espacial... cuando te olvidas de vivir en este mundo, entonces es que la VR está funcionando como fue pensada. Y este, en mi caso, lo logró como pocos.

 

¿Por qué?

Hace años tuve la suerte de hablar -y probar- esta aplicación sobre la Estación Espacial Internacional con Pedro Duque (nuestro astronauta Español) en las mismísimas dependencias de la ESA (Agencia Europea del Espacio). Si ya de por sí muchos alucinamos con sentirnos allí, que un señor astronauta te diga -con las gafas virtuales puestas y disfrutando como un niño- que eso que está viviendo guarda una similitud increíble con la realidad que él vivió durante una semana arriba en el espacio, convierte de un plumazo la simulación en algo más especial. Porque aprender es sinónimo de Realidad Virtual, tras pasar horas por sus módulos, paseando también por el exterior, puedo decir que mirar a la Tierra desde la perspectiva de un astronauta pone muchas más cosas en su sitio de las que creerías.

Mi recuerdo favorito

Atravesar el módulo Destiny, llegar al link, girar a la derecha por el módulo Tranquility mientras sorteas el inodoro espacial antes de dejarte caer a la Cúpula desde donde se divisa el único planeta que tenemos, me sigue poniendo los pelos de punta. A 400Km de altura, sentir que todos vosotros vivís vuestras vidas rutinarias en esa Tierra verde y azul, mientras yo decido salir a darme una vuelta por el espacio antes de regresar a la esclusa del climax de nuestra tecnología , debería de empezar a convertirse en una experiencia obligada en cualquier colegio. No solo es cultura general, también es una llamada a lo interior. Porque las rutas salvajes no solo se encuentran atravesando los bosques de Alaska o en las carreteras polvorientas y lisérgicas de Jack Kerouac.

 

¿Por qué?

Otro título de tantos que vino a la VR sin estar pensando para ella pero que por obra y milagro de su estudio -y de los dioses vikingos-, engendró un viaje virtual durísimo a través de la psique de una mujer atormentada. Con el mejor diseño de sonido que se haya escuchado en mucho tiempo, y aún con el dichoso mando a cuestas y no con nuestras manos, Senua se ha convertido en lo que la Realidad Virtual te puede ofrecer llevándote, codo a codo, de la mano de un personaje inestable y dubitativo en su viaje singular por todas las etapas de la pérdida y de la locura. Jugar en tercera persona y con mando no frena la sensación de "presencia", y eso, rovianos, ya lo dice todo.

Mi recuerdo favorito

Durante toda mi vida de adulto me perseguirá aquel mar negro repleto de bestias que me obligaron a contener el aliento más tiempo del que nunca creí poder. O la primera vez que contemplé aquella playa de naufragio vikingo con la estructura con forma cabeza del caballo estudiando mis movimientos desde los cielos tormentosos. Juego "de mayores" del que saldrás escaldado si crees que esto solo es para pasar el rato. A veces solo falta una buena historia y sobre todo, creerte que es la tuya. Una suerte que decidieran dar el salto a la Realidad Virtual porque este título pasó a los anales del arte.

 

¿Por qué?

Que sí, que Minecraft está tan manido ya que da vergüenza siquiera hablar de él, pero ¿qué le voy a hacer si me he dejado allí parte de mi experiencia virtual? La VR convierte el gruñido de una bestia dentro de una de sus cuevas profundas en una invitación a no entrar nunca. La persistencia (que todo se mantenga como lo has dejado) crea un mundo real de lo más plausible alejado de tus cuatro paredes.

La "escala" es entender la medida de tu cuerpo en relación a la medida del resto del mundo, y en Minecraft me he pasado horas sintiéndome pequeño ante una sima, una montaña o una estructura kilométrica. Además, tiene elementos lógicos para construir tus propios discos duros si quieres.

Mi recuerdo favorito

Vivecraft (el Minecraft de Java que puedes jugar en PC y no el Minecraft oficial), es ese lugar especial que me permite escapar a mi "zona" -como escribieron los hermanos Strugatski-. Durante la pandemia, sus lomas y campos procedurales me rompieron muchos límites físicos y mentales. Antes, fue un lugar donde viví virtualmente y donde se forjaron recuerdos que seguirán allí siempre que regrese. Ver amanecer en el desierto tras una noche de lucha, atravesar una gruta oscura con el miedo a caer en la lava cientos de metros más abajo y terminar a la luz del atardecer frente a la casa que tantas horas reales me costó construir con mis propias manos virtuales, es algo digno de pasar a los anales del videojuego moderno. Ni qué decir de los mods de la comunidad. Howard's End. Harry Potter al completo a base de cuadradillos de 1m por 1m es espeluznante por su inmensidad de detalles. Un lugar donde sentarse a ver el mundo digital pasar como si fuera un jubilado en el retiro más dorado que podría imaginar.

 

 

¿Por qué?

Que un actor de la talla de Elijah Wood se fijara en la VR y que Ubisoft le acompañara en una historia que seguía los pasos de la Transcendencia filosófica (perdurar más allá de tus límites físicos), fue una de las mejores noticias que tuvimos en el metaverso en mucho tiempo. Transference fue un título muy personal, muy oscuro, que a veces daba miedo, a veces generaba empatía y en muchos casos trastocaba tus sentidos virtuales. La ambientación tan angosta, donde la propia casa transmutaba para convertirse en un grandísimo puzzle-personaje, me ha ido fascinando más y más con el tiempo, creciendo igual que cualquier buena película. No creo que se lo recomendara a nadie en su primer paseo por los universos virtuales, pero sin duda alguna, sería un título fijo para incluirlo en cualquier lista, pasada o futura.

Mi recuerdo favorito

El pasillo que da a los dormitorios. Siguiendo los cables contra todo lo que mi raciocinio me gritaba, abriendo puertas que no quería abrir, para en un momento, dar con un detalle que de pronto, cambió todo lo que estaba sintiendo. Pocas veces me he encontrado frente a un juego virtual con esa fuerza visual. La sala del piano antes del comedor y sobre todo, las escaleras del rellano en las que entrabas en una especie de infinito a lo Endless Resolution de Justin Benson y Aaron Moorhead. Salir al jardín trasero en sus múltiples posibilidades, regresar a casa y ser testigo del mundo interior de los personajes, recordando cada objeto, cada escalón y cada conexión de cada extraña máquina, solamente puede recrearse gracias a la realidad virtual. Y este título transciende cualquier otro arte.

¿Por qué?

No siendo muy fan de los títulos que solamente van de matar y rematar a cualquier desgraciado que te salga por delante, In Death lo recordaré siempre como el gran juego de destreza que parió la VR. Sus mapas procedurales (que se generan siempre diferentes) -muy cortos pero intensos- rebosantes de fotogrametría medieval, con pasillos de piedra y cristaleras divinas, se envuelven de cantos gregorianos que invitan siempre a una partida más. Porque en realidad, In Death, para mí, nunca ha ido de matar, sino de acertar con tu arco y con tu flecha a objetivos cada vez más complicados. Conozco gente que juega a lo speed-run, muy a lo loco, buscando con prisa un final sin final, alargando el conteo de muertos para luego ver su nombre flotando en un tabloide virtual. Nunca fue mi propósito. La mecánica de tiro, el peso de las flechas, el movimiento libre o asistido, los gráficos, vírgenes del infierno, este juego siempre debería de estar en cualquier catálogo virtual.

Mi recuerdo favorito

Acertar a doscientos metros o más mientras cuatro monjes te replican con una lluvia de flechas, esconderte entonces tras un muro, tapar tu cabeza con el escudo, saltar a un tejado para desde allí atravesar el cuerpo de las huestes de la muerte antes de entrar en el Pozo de la Desolación, tiene un punto de superación personal (y satisfacción inhumana) que hace que In Death lleve instalado en el disco duro de mi mente desde que salió a la luz y uno de los que pongo a las visitas siempre que vienen por casa. Si cierro ahora los ojos, escucho los cantos gregorianos, el zumbido al pasar una flecha cerca de mi cabeza y el gruñido de los zombis cuando me descubren. Nada más placentero en el mundo virtual que endiñarle un flechazo en la frente a un seguidor de la muerte a más de doscientos metros.

 

¿Por qué?

Hubo una época complicada en el trabajo. Tensión, falta de empatía, ganas de mandarlo todo al carajo... Pero cuando llegaba a casa sabía que podía ponerme dos recortadas en la mano y visitar el escándalo de un mundo surrealista que giraba alrededor de Egipto, los extraterrestres y un chulo híper musculado que gastaba más munición por minuto que ambos bandos en el desembarco de Normandía. Mata y destroza con la superioridad de la ironía en lugares conocidos que quienes tenemos ya una edad recordaremos tan planos como una pared. La mecánica es algo chapucera, los movimientos un canto al mareo, la inteligencia de los malos hace que a veces ni siquiera haga falta dispararles pero por encima de todo, horas y horas de diversión virtual alrededor de varios juegos que ya en su día fueron un éxito.

Mi recuerdo favorito

Haciendo Strafe-jumping por una meseta atestada de zumbados con cabezas-bomba, mientras escuchaba cómo se pudrían sus cuerpos al ser atravesados por un misil tierra-aire sabiendo que además tenía dos cubos enteros por ahí tirados de munición, consiguió calmar cualquier pensamiento negativo que arrastrara durante aquel día. Vale que los gráficos fueran los mismos de cuando yo tenía 20 años y que los píxeles te rasgaran la piel al menor roce, pero fue tan divertido jugarlos a todos durante tantísimas y tantísimas horas, que entra en esta lista-legado con tanta fuerza como la que arrasó la última pirámide del último jefe. Eso sí, el Serious Sam tipo horda no. Nunca. Never. Si no me puedo mover en un juego que invita a moverse, no me puedo divertir. Así que ya sabéis. Horas de sangre, sudor y balas a vuestra disposición.

 

¿Por qué?

Lo más absurdo de este juego no es su guión, ni los miles de botones y llaves que puedes tocar (y mal tocar), ni las continuas contradicciones en ruso y americano que te gritan desde la radio, lo absurdo, en realidad, es lo muchísimo que disfruté viendo como seguramente moriría en el momento en el que la cápsula espacial llegara a la Tierra. Humor en VR, mezclado con tecnología ridícula situada al alcance de tus manos virtuales, hacen de este título pequeño una grandísima joya minimalista que muy pocos se han atrevido a probar. Y por alguna razón, es pensar en Gravity, en una astronauta que no sabe chino, dentro de un módulo chino, mientras tocaba botones al azar, y la carcajada que me entra al situarme yo dentro de InterKosmos que dan ganas de viajar en el tiempo y poner este título a la salida de los cines. Sandra Bullock, en realidad, habría durado lo mismo que duré yo la primera partida, es decir, nada.

Mi recuerdo favorito

Más que tocar y retocar los botones, sigo escuchando los gritos que los americanos y los rusos me lanzaban para que llevara la nave a su continente. Una genialidad digna de los Monty Python que alguna vez me hizo dudar más de una vez qué decisión tomar. Sentando en la silla de mi cuarto, apretando todo lo que me iban (o no) diciendo y apagando cada vez más y más fuegos, Interkosmos puso a prueba mi capacidad de hacer varias cosas a la vez. Gran momento de diversión "presencial" y un aviso a futuros astronautas: si no sabes qué hace algo, casi mejor que no lo toques.

 

¿Por qué?

Probablemente haya aprendido más del libro de Jesse Schell sobre el diseño de videojuegos que durante los más de treinta años que los llevo jugando. Y quien entiende cómo se hacen las cosas, es imposible que termine desarrollando algo malo. Por esta razón "Espero que mueras" se colocó en una de mis aventuras favoritas de siempre muy pronto. Si tienes cerca a alguien al que quieras impresionar de lo que puede hacer la VR y tienes alguna duda sobre si se puede marear, métele en el nivel químico, sentado frente a una ventana de un rascacielos mientras tratas de evitar que una bomba destruya la ciudad. Manipula cualquier objeto, inventa formas de combinarlos y sonríe un par de veces cuando hayas completado un mini puzle.

Mi recuerdo favorito

En "Espero que mueras" de Schell se demuestra, una vez más, cómo la ironía es un estilo complicado de abordar, pero que cuando se domina, sale un título inolvidable. El primer nivel, encerrado en un coche con mil trampas mortales, lo jugué al menos una docena de veces. Cuando abrí la ventanilla por primera vez, recuerdo llenar mis pulmones de aire real en un gesto reflejo completamente natural. Hace años se me hacía muy corto, pero el tiempo le ha ido añadiendo más niveles hasta conformar un juego en condiciones alejado de la típica "experiencia" virtual. El humor que flota por el juego se suma a un diseño muy cuidado y de ahí sale otro momento "de presencia" muy especial que me llevaré a la tumba. Otro de esos que le pongo a todo incauto que termina en mi laboratorio.

 

¿Por qué?

Las Horas invisibles es el buque insignia de lo que para algunos de nosotros significa contar una historia usando todo el arsenal de la buena realidad virtual. Detén el tiempo y busca las pistas repartidas por las habitaciones. Rememora conversaciones pasadas o -y aquí la genialidad- salta de una habitación a otra en tiempo real porque las conversaciones y los personajes siguen su vida estés donde estés tú. Una auténtica declaración de intenciones del metaverso y una casa junto al acantilado que una vez que la juegues, pasará a engrosar la lista de tus lugares favoritos.

Mi recuerdo favorito

Hoy, un par de años después de mi primera visita a aquella mansión tormentosa, sigo recordando el color de la moqueta del pasillo donde SARAH BERNHARDT y GUSTAF GUSTAV se cruzaron la mirada solo un segundo. En el comedor de la primera planta, la conversación entre el investigador y Oliver Swan la tengo presente como si yo hubiera estado deambulando por entre los sillones y los suelos que crujían. Hay teatro. Hay drama. Tesla. Edison. Homicidios. Secretos. Voces a medio gas y un sin fin de confidencias veladas. The Invisible Hours es un ir y venir de entramados narrativos que golpeó durante horas los límites que yo le había auto-impuesto al metaverso. Y lo hizo hasta derribarlos por completo.

¿Por qué?

Otro título VR que llegó sin mandos pero que ha estado presente siempre que he recordado Abyss o cualquier otra historia sumergida en el océano. Vale que sea un walking simulator con pocas interacciones, sin embargo, como siempre he mantenido, una buena historia, con un desenlace a la altura, en un escenario muy cuidado y original, funciona para enviarte como un cohete a otra dimensión. Narcosis no será tu juego favorito seguramente, pero te empapará por dentro y por fuera mucho más de lo que podrías pensar cuando abres los ojos por primera vez en el interior de la escafandra.

Mi recuerdo favorito

Caminando por el lecho marino, oscuro y traicionero, y encontrarme frente a frente con mis pesadillas, clavó una pica en mi catálogo virtual para siempre. Los cangrejos enormes, la sensación de soledad según iba descubriendo las dependencias que guardaban las historias personales de aquellos que habitaron la estación sumergida, le dan un empaque muy consistente a una historia que está muy bien contada (sorry, está en inglés). Después de jugar durante una hora me quité el visor como quien se quita la escafandra y juraría que seguía moviendo mis extremidades de forma tan lenta y pesada como lo haría un submarinista real. Y el final. Hay historias que merecen la pena solo por un final así.

¿Por qué?

Último aporte de esta primera lista que le contaré a mi nieto. Dos juegos que no son juegos, sino una ventana a otra vida. Pilotar una nave espacial cerca de un agujero negro que distorsiona la luz de una estrella naranja, o acelerar un coche de carreras sobre el sacacorchos de Laguna Seca, solos o en compañía, le da un sentido global a la realidad virtual. iRacing, por su exigencia, no es para cualquiera y cualquiera, por su falta de experiencia, no es para iRacing. En iRacing tienes que entrenar para ser bueno porque muchos pilotos entrenan para ser mejores que tú. Sí, hay niños rata, gente que se piensa que las carreras duran la primera curva y egos del tamaño de la noria de Suzuka, pero sentir que alguien te pisa los talones en la última curva, no tiene parangón en cuanto a presencia virtual, digan lo que digan los amantes de los 10 monitores en línea. Elite, en cambio, tiene un efecto embriagador, casi de religión. Igual que en Minecraft, he pasado más tiempo contemplando lo que me devuelve el infinito que jugando activamente.

Mi recuerdo favorito

La primera vez que salí a carrera real. Los nervios. Los sudores. Las dudas. Luego la primera curva. Lo escribí en un hilo de mi blog sobre simracing ("Flirteando con el desastre") en nuestra web amiga de simracer.es. Tu mejor momento, lo llamé. En el espacio, a miles de kilómetros del circuito, me ocurrió quedarme dormido dentro de mi Asp Explorer camino de Colonia. Venía de trabajar desde las siete de la mañana y en un salto entre estrellas, pegué una cabezada. Despertarme con el estridente sonido de la alarma de colisión y descubrir cómo mi nave iba camino de estrellarse contra la superficie de un Sol naranja masivo, es, con diferencia, el recuerdo virtual que liderará mi historia personal del metaverso.

 

 

Ahora solo queda completar esta lista con las vuestras. Recordad: solo valen aquellos juegos, títulos o experiencias, que aún hoy, resuenan en vuestro YO real como lugares que cerrando los ojos, sintáis que forma parte de vuestra vida, un lugar donde vivisteis una temporada sumergidos en lo más profundo del universo virtual. Si aportáis ese momento increíble, inolvidable, más razones nos daréis al resto para acompañaros en esa aventura que proponéis.

 

En el siguiente artículo buscaremos experiencias, rendijas a otras realidades más allá de los juegos. Porque en la VR cabe de todo y para todas las edades. Hasta entonces, echemos una mano a quienes dejaron su visor a un lado por un tiempo.