Gamescom 2018. Diario. Día 0

21 AGO 2018  2:45

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Gamescom 2018. Diario. Día 0

Llegamos a la feria más importante del videojuego en Europa con la maleta repleta de citas y stands que visitar. Comenzamos el diario de un viaje real a lo más virtual del año.

Desembarco virtual

En el tema principal del musical RENT (renta de alquiler), sus protagonistas se preguntaban cómo se podían medir los quinientos veinticinco mil seiscientos minutos que dura un año.  ¿En puestas de sol? -cantaban agarrados de las manos- ¿en vasos de café? ¿en las risas que nos pegamos? Nosotros, en Real o Virtual, podríamos medir los minutos de un año en lanzamientos de juegos, en noticias sobre nuevos visores, en modelos de tarjetas gráficas y sobre todo, a base de esos momentos irremplazables que vivimos dentro de una realidad que no es la nuestra.

 

Un año ha pasado desde la última Gamescom. Quinientos veinticinco mil seiscientos minutos desde que probáramos por primera vez Fallout, Skyrim o pusiéramos nuestras manos en los visores standalone. Moss nos deslumbró allí donde creímos ver un juego del montón mientras que otros, con mayor intención, se quedaron por el camino. 

 

Entonces, como hoy, llegamos al corazón de Colonia con un guion muy marcado de citas cada media hora y de cientos de stands repartidos entre pabellones del tamaño de ciudades. Pero aún teniendo cada minuto atado, sabemos que la Gamescom será un auténtico bosque encantado. Alejado de los pasillos centrales, en lo más recóndito de un pabellón perdido, puede pasar desapercibido un equipo indie con un título milagroso entre sus manos o el inventor de algún chisme que revolucione el mundo virtual. Esa es la magia de una feria que descansa junto a un río.

 

 

Aquí son las dos de la madrugada. En el avión -repleto de periodistas españoles- nos hemos topado con Jugón Virtual y entre los diminutos cubículos echamos dos horas y media de reflexiones más o menos serias sobre este y otros mundos virtuales. Mientras Ramón y Carlos enderezaban todo lo roto, yo aproveché para verme una peli en las Oculus GO y experimentar de primera mano que cuando el avión gira, los acelerómetros y los giroscopios internos van sumando la deriva. Cosa rara que la pantalla se mueva sin saberlo y termines frente a frente con el hombro del pobre diablo que tienes al lado en tanto no deja de mirarte de reojo algo asustado.

 

 

Ya en el hotel, confirmo un año más que Ramón es un tipo que se cuida. Sabe qué come y por qué lo hace. Igual que los emigrantes que vinieron a Alemania hace más de cincuenta años, media maleta suya es comida y la otra son noticias que él ya os comentará mañana. Quizás por traerse las sardinas en escabeche desde España sea por lo que cada Gamescom Ramón parezca estar más sano mientras que a mí las tallas de la camiseta de ROV se me han ido quedando pequeñas. Frente a la venta de nuestro hotel de dos estrellas -litera de hierro fundido incluída- hay un parque muy oscuro de yonkis y grafitis. A cincuenta metros, las vías del tren elevado que lleva al KoelnMesse (La GamesCom) chirrían cada diez minutos como si los vagones fueran a descarrilar. La catedral gótica se ilumina al fondo y un par de kilómetros más lejos los feriantes terminan de acicalar sus puestos para nuestra llegada. De momento, antes siquiera de habernos bajado del avión, ya tenemos la noticia del año: Nvidia pasa de los GigaFlops a los GigaRays y de pronto hablar de rayos de luz renderizados en tiempo real nos lleva a pensar que de verdad estamos en el año 2080. 

 

 

Quinientos veinticinco mil seiscientos minutos han pasado y desde la litera, os mandamos quinientas veinticinco mil seiscientas gracias por haber estado ahí otro año, muy especialmente a los Patreon, por quienes de verdad Real O Virtual se puede permitir regresar a Colonia para escribir sobre sus novedades y sus experiencias. Nos vemos mañana, que es tarde y mañana hay mucha tela virtual que cortar (y contar). Abrazos a toda la comunidad.