Eagle Flight - Oculus Rift: ANÁLISIS

27 OCT 2016  16:11

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Eagle Flight - Oculus Rift: ANÁLISIS

Para que algo mole, tiene que volar. ¿Y qué mejor que meterse en el plumaje de un Águila Calva y surcar, a toda velocidad, los cielos de un París abandonado? Únete a la bandada y vente con nosotros al viaje que nos propone UbiSoft en su último juego nativo para RV. Prometemos horas de diversión y lombrices frescas de aperitivo.

¿Carreteras? A donde vamos no necesitamos carreteras

ACTUALIZACIÓN 28 DE NOVIEMBRE DE 2016:

Ubisoft anuncia la llegada del modo multijugador cruzado PSVR / RIFT / VIVE el 29 de Noviembre de 2016. ¿Se acabaron las salas vacías? Solo el tiempo lo dirá, pero sin duda alguna es una de las mejores noticias que este juego (y la RV en general) podía recibir. 

 

Que el ser humano no vuele es una auténtica desgracia, os lo digo de verdad. Levantar la vista al cielo raso de un otoño cualquiera y un segundo después estar atravesando el azul infinito del horizonte es, y seguramente será, el último de los deseos del hombre. Y es así porque volar, entre otras cosas, significa libertad: un mundo sin fronteras, ni muros, ni más límites que el que encuentren tus propias alas. Solo estás tú, el cielo, y las corrientes de aire caliente… el mundo de ruidos, de normas y leyes, se quedará allí abajo, tan lejos de ti como tú quieras. Por esa razón surgieron los Ángeles del cristianismo, los extraños ingenios de Leonardo DaVinci en 1488, Superman (quién si no), despegó un verano de 1938 y casi diez años después, Chuck Yeager destrozó la velocidad del sonido montado en X-1 sobre el desierto de Mojave (Leed "Elegidos para la gloria" y flipad). El resto es historia, o mejor dicho, futuro: no hay historia ambientada más allá de nuestra época donde no salga un invento volador.

"Volar, entre otras cosas, significa libertad: un mundo sin fronteras ni muros ni más límites que el que encuentren tus propias alas"

Los programadores de la compañía francesa Ubisoft deben de compartir también nuestro anhelo de saltar y no caer nunca, y nada mejor que la realidad virtual para darle al hombre todo aquello que no puede tener. Eagle Flight es, como su propio nombre indica, un simulador de águila. Pero no de un aguilucho del montón, sino del gran Haliaeetus leucocephalus, más conocido popularmente como Águila Calva. Este animal, además de ser el ave nacional de los Estados Unidos, también se consideraba por las tribus americanas como el mensajero espiritual entre los dioses y los humanos, ahí es nada. No es por tanto casualidad que Ubisoft decidiera elegir este animal. ¿Os imagináis un simulador del Chorlito Gris? ¿O del abejaruco Común por los campos de Castilla? ¿Para cuando un revival RV de los juegos más españoles de Erbe o Topo Soft?

 

 

Por cierto, que antes de entrar en la dinámica de juego hay que avisar que Eagle Flight es, para bien o para mal, un juego nacido en exclusiva para la RV. Estamos tan acostumbrados a hablar de juegos portados del mundo 2D a nuestros visores que hacía tiempo que queríamos ver un juego nativo en RV. Veamos cómo ha hecho Ubisoft para meternos en la piel (quiero decir, plumaje) de un Águila Calva sin que echemos la papilla a las primeras de cambio y no precisamente por regurgitar insectos o rascarnos el sobaquillo del ala.

¿TIENES LO QUE HAY QUE TENER? 

Encaramarse al filo de una azotea y mirar hacia abajo ya es de por si una experiencia sobrecogedora cuando tienes tu cabeza metida en un visor de RV. A lo largo de este año he tenido que parar algunas demos porque la persona que había venido a casa empezaba a sentirse realmente mal. Si encima le llego a decir que salte, lo más probable es que mi colega hubiera llamado a la guardia civil. Y es que las alturas son un mal conocido entre los neófitos a la RV. 

"En menos tiempo que canta un gallo, estaremos surcando los cielos azulados de París como si volar fuera los más natural de nuestra especie"

No se si es por esa razón, o por una cuestión de gustos (para algo son franceses, digo yo), que Ubisoft decidiera plantearse un escenario como las calles de París. Según la narrativa del juego en modo Historia, nacemos, literalmente, como un pollo dentro del cascarón. Nuestros padres águilas están ahí, mirándonos fijamente, y también nuestro hermano aguililla, que ha roto su huevo justo a nuestro lado. En menos que canta un gallo (tu primo lejano) ya estamos siguiendo a nuestros progenitores por los cielos azulados de la ciudad como si volar fuera lo más natural de nuestra especie.

 

El vuelo es innato en las aves, pero no en los pajarracos con los que te cruzas a diario en el curro. Antes de que te des cuenta, estarás graznando mientras haces un tirabuzón para entrar por la abertura estrecha de un edificio.

 

Ahora en un momento hablaremos de los controles. De momento, explicaros que como águila, volamos igual que respiramos. Subir y bajar, torcer de un lado a otro, pasar junto a los tejados o atravesar las hojas de un árbol carmesí se hace con la naturalidad y suavidad que se supone a un bicho de estos. Es de agradecer que Ubisoft no nos obligue a pasar por el filtro de Darwin y dejar que caigamos de la rama del árbol para comprobar si somos lo suficientemente fuertes como para sobrevivir. Lo somos y además, eso de mover las alas se nos da muy bien. Por cierto, que como águila jovenzuela que somos, tenemos una forma física espléndida y hagamos lo que hagamos, no notaremos la fatiga.  

JUGABILIDAD

Ya lo hemos dicho antes, Eagle Flight es un simulador de águila. Y como tal animal que eres (con perdón), tu misión será la de volar y no morir en el intento. De todas las posibilidades a desarrollar con la premisa de "eres un pájaro, ¿y ahora que?",  Ubisoft ha escogido dos diferentes, una Historia para el modo de un jugador y un "Atrapa la Bandera" para el modo multijugador. 

"Ubisoft ha escogido dos mecánicas de juego diferentes, una Historia para el modo de un jugador y un "Atrapa la Bandera" para el modo multijugador"

En ambos casos, la ciudad de París estará a nuestra entera disposición. Por alguna razón que jamás se explica, la tierra quedó libre del ser humano, y con el paso de los años, la naturaleza fue recuperando lo que un día le perteneció. Las calles, por tanto, se pueblan de pequeños matorrales, la hierba crece por doquier, las casas se esconden bajo las copas más frondosas de los árboles y en general, París queda como una ciudad completamente abandonada pero guardando un estilo muy particular, casi onírico, que para nada transmite la sensación de verse en un paisaje apocalíptico. Los animales, por supuesto, también tienen a la ciudad como su propia casa, y son varias las especies que deambulan en libertad por todos sus rincones. 

 

París en el atardecer de un día de verano. Para quien no haya estado allí en la vida real, decir que para nada guarda relación con el París de Agosto que puedes visitar cada verano. En la realidad, las riadas de turistas caen como cataratas por las esquinas, las colas para entrar en cualquier sitio cruzarán los Pirineos y la flema parisina terminará por que envíes a cierto lugar a más de uno. 

 

En el modo de un jugador tendremos que ir completando las misiones que nos encomiendan, todas dirigidas a desbloquear otras nuevas. La profundidad de juego en este tipo de simuladores lineales (sin otro tipo de movimiento o vehículo) suele ser un tanto escasa. Salvo contadísimas ocasiones donde el estudio se esfuerza en llevarte de la mano por un guión narrativo, la mayoría de las veces se trata, como en este caso, de simples misiones que parecen más un entrenamiento de vuelo que parte de una historia con recorrido argumental. Para que os hagáis una idea, llevo jugando tres tardes (unas tres horas en total) y ya he desbloqueado más del 50% del modo Historia.

"En las misiones siempre tendremos las dichosas estrellas como recompensa dependiendo de lo 'bien', 'genial' o 'en-tu-vida-real-debes-de-ser-un-pájaro-de-flipar', que las hayas terminado."

Si bien las misiones son fáciles de completar, del tipo busca 16 plumas por los campanarios, métete por aquí y sal por allí o completa el recorrido en el tiempo mínimo indicado, siempre tendremos las dichosas estrellas como recompensa dependiendo de lo bien, genial o "en-tu-vida-real-debes-de-ser-un-pájaro-de-flipar", que las hayas terminado. Al ser un mundo -más o menos- abierto, entre que buscas la siguiente misión y acabas entrando en ella, pueden pasar unos minutos de vuelo libre que te hace pasar el rato más feliz que una perdiz, nunca mejor dicho. Y es que volar en libertad, sin límites de tiempo y pasando a ras de los suelos o entre los cientos de callejones, tuberías, bajo puentes y soportales iluminados por el sol del atardecer, hace que Eagle Flight reluzca como una experiencia difícilmente igualable.

 

París está como un queso gruyer, lleno de agujeros y aberturas por donde volar a toda velocidad. Los diseñadores se han esforzado por crear caminos con mil salidas que permitan trazar los recovecos de la ciudad sin el miedo a partirse la crisma a las primeras de cambio. Aún así, morirás más veces que Tom Cruise en "Al filo del Mañana"

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