El Congreso (Película)

Robin Wright hace de ella misma. Le proponen el que será su último papel como actriz: digitalizarla en 3D para que así pueda seguir actuando como una estrella joven durante 20 años; con su carrera acabada y un hijo casi ciego y sordo al que cuidar, no le dejan más opción que aceptar. Veinte años después se la invita, ya bastante mayor, a un congreso de su productora, que ha desarrollado un sistema de realidad virtual “químico”, que hace que la gente viva en una alucinación continua y vea las cosas como desee verlas. Todos los participantes del congreso son obligados a entrar a través de esta droga, y aquí la película se vuelve delirante, ya que todo comienza a verse como dibujos animados al estilo de “The Yellow Submarine” de los Beatles, con ligeros toques de “Fantasía” y “Quién engañó a Roger Rabit”. Robin pierde la pista de su hijo e intentará reunirse con él, mientras el mundo exterior se ha dividido en los que “van en químicos” de efecto permanente y los que han renunciado a ellos, ocupándose de los otros, a los que sin duda ven como pobres desgraciados merecedores de lástima. Pobres desgraciados que son los únicos felices.

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